viernes, 22 de marzo de 2013

Lo es.

5 de la mañana, no puedo conciliar el sueño. Todo porque tú volviste a aparecer.
Estoy tranquilo, ni triste ni acelerado, no desespero ni pienso más de la cuenta lo que acaba de suceder. Después de todo, fue solo un sueño, y hace ya más de un año que no te veo.
Fue un sueño normal, como imagino una situación cotidiana en que te encuentro, o mejor dicho, te evito.
En un edificio antiguo estoy acompañado de quien no recuerdo porque al verte todo lo demás se volvio trivial. Se me anuncia que estás y me escondo, pero busco dar contigo, al menos para ver tu rostro.
Te miro, y estás cambiada, usabas un maquillaje muy distinto a tí, una cara mucho más oscura y triste que de costumbre, y una cabellera ondulada y más castaña que rubia. Me pregunto que te habrá pasado, hasta que nuestros ojos se encuentran.
No supe que esperar, pero lo que encontré no fue muy distinto de la realidad. Me encontré con unos ojos vacíos, contemplé una mirada indiferente y hasta despectiva, la misma de la última vez. Esa mirada, que hasta el día de hoy, he tratado de olvidar.
Nos saludamos sin gran parsimonia, sin abrazo, un mero "beso" en la mejilla.
Sentí tu piel, fría como siempre, y suave, extrañaba su textura, debo admitirlo, y ese segundo no me bastó.
Conversamos un rato, una conversación amena, luego te fuiste y me dejaste como la última vez, solo. En ese momento desperté, y recuerdo poco, pero lo importante es a lo que llego a nivel consciente.
Lo que en algún momento temimos, se volvió realidad, no somos pareja, no somos amigos, ya ni siquiera nos conocemos, tu ya eres otra persona, y yo he cambiado mucho desde la última vez.
No creo que nos volvamos a ver, es más, espero que así sea, por el bien de ambos.
Sólo quiero decirte (porque decirte más que esto no haría más que empeorar las cosas) que lo que hice lo hice por el bien de ambos. El día que me viste partir no miré atrás porque sabía el daño que te hacía estar conmigo. No estoy dispuesto a ser el responsable de hacerte sufrir. Espero que él te pueda hacer feliz, en verdad que sí, pero por favor, no me busques. Eso es todo lo que tengo que decir.
Lo siento Amor, es demasiado tarde.

jueves, 28 de febrero de 2013

Mientras callo..

Son las 7 de la mañana, con dos horas de sueño despierto junto a mi amigo para ir a la escuela. Miro mi teléfono, muchas llamadas perdidas de mi novia, lo olvidé, iríamos juntos el día de hoy y estoy atrasado. Me ducho rápidamente, me visto, devoro una rebanada de pan y parto.
En la puerta me encuentro con ella, nos despedimos mi amigo y yo y el toma su camino. Camino junto a ella para tomar el metro. Silencio.
Caminamos hasta el metro, pagamos nuestro pasaje y tomamos el primer tren que pasa.
Comienza a decirme lo que tenía que decir, discute sola, esperando respuesta, pero no sabe que no le diré nada todavía, no todavía.
Llegamos al colegio y el silencio se rompe solo por las miradas preocupadas de nuestros compañeros, saben que estamos peleando, saben que no es mi culpa, tampoco lo es de ella. El destino solo nos jugó una mala pasada, yo espero salir de esta.
Nos apartamos del grupo, me piden guarde silencio para proteger a mi amigo, sin duda alguna, así lo hago.
Nos sentamos uno al lado del otro, sin mirarnos a la cara, sin tocarnos las manos. Frío, siento frío en primavera a 23 grados centígrados. Siento su mirada penetrante, llena de dolor, llena de pena, me habla, pide explicaciones, explicaciones que yo no puedo dar porque prometí callar.
Me equivoqué de nuevo, como todos los días, esta vez por algo que pude evitar, de tan solo haber dejado las cosas en claro la noche anterior, esto no estaría pasando.
Me muerdo los labios por dentro para que no me vea sufrir, para que no me vea llorar por dentro.
Agacho la mirada, a través de mis ojos puede ver la verdad, una verdad sencilla que no puedo explicar, ¿por qué? ¿por qué te haces esto? ¿por qué le haces esto a ella? ¿no ves como está sufriendo? Déjala, no la mereces, eres culpable de tus acciones, y toca el veredicto final.
Se me acerca, "¿no me vas a decir nada?". Silencio.
Entonces se da vuelta y se marcha, veo como bota al piso el anillo de compromiso que le di, símbolo de nuestro eterno amor. Muestra que todo se ha terminado.
Una vez ella lejos, me suelto los labios, cierro fuertemente los ojos y siento escurrir una lágrima por mi mejilla. Al ver que ella ya no está ahi miro al piso y pronuncio las únicas palabras que pude haber dicho en todo este tiempo: "Lo siento".